29/10/2021

Lorenzo Chelleri apela a la necesidad de avanzar hacia un modelo de planificación urbana regional y descentralizada tras la pandemia de la COVID-19

En un estudio publicado en la revista científica Sustainability junto a otros investigadores internacionales, el profesor de UIC Barcelona reivindica un nuevo paradigma del habitar menos dependiente de las grandes ciudades y en contacto con la naturaleza

La globalización, el turismo, la virtualidad, el cambio climático y el crecimiento explosivo de las ciudades han generado una amplia gama de factores estresantes, contaminantes y toxinas que amenazan a la población mundial y que se han visto evidenciados, más si cabe, con la aparición de la pandemia de la COVID-19. Estos factores de estrés y sus efectos son, en gran parte, de origen urbano y, por lo tanto, el urbanismo pospandémico ha de considerar, necesariamente, las interacciones entre la actividad humana, el cambio climático y las pandemias y revertir los modos actuales de vida urbana y construcción de ciudades hacia un modelo más descentralizado y sostenible. Esta es la principal tesis que se recoge en el estudio “Post-Pandemic Urbanism: Criteria for a New Normal”, publicado recientemente en la revista científica Sustainability y llevado a cabo por Lorenzo Chelleri, profesor de UIC Barcelona; Michael Neuman, profesor de la Universidad de Westminster (Reino Unido), y Thorsten Schuetze, profesor de la Universidad de Sungkyunkwan (Corea).

Según alertan los investigadores en su estudio, ya antes de la aparición de la pandemia el sistema global mostraba síntomas y desequilibrios importantes, como el aumento exponencial de productos químicos sintéticos a los que nuestras fisiologías todavía no se han adaptado y que ya han generado una disminución de la longevidad en países como los Estados Unidos y el Reino Unido desde 2016. El estudio alerta también sobre los efectos imparables del cambio climático, que están causando migraciones humanas masivas que se prevé que alcancen a más de mil millones de refugiados climáticos para el año 2050. “La humanidad no ha sido capaz de transformar el sistema global de producción y consumo actual, altamente destructivo, en un sistema sostenible que facilite la restauración de nuestros ecosistemas globales”, explican los investigadores. 

Hacia un nuevo paradigma urbano: redescubriendo lo local y lo regional
Los modos actuales de vida urbana y de construcción de ciudades de la humanidad no son sostenibles y cada vez lo son menos. Según señala el estudio, las rutinas consideradas normales en el pasado deben reevaluarse en el nuevo mundo pospandémico en función de criterios urgentes de sostenibilidad y resiliencia climática para avanzar hacia un nuevo paradigma, menos dependiente de los grandes centros urbanos y que favorezca un estilo de vida en mayor contacto con la naturaleza. Para ello, según señala el estudio, es necesario avanzar hacia una descentralización de las infraestructuras de manera que se puedan reconquistar territorios alejados de las grandes urbes. Esto implica un cambio en el pensamiento y la inversión de quienes se ocupan de esas infraestructuras, ya sean políticos, planificadores, ingenieros o empresas. 

 “El nuevo paisaje urbano pospandémico debe intentar desencajar nuestras rutinas de ida y vuelta al centro de la ciudad para trabajar, y seguir acelerando y facilitando un cambio de estilo de vida y de movilidad. Poder trabajar de forma remota, aumentar la autosuficiencia energética, comprar, producir y vivir más localmente, redistribuyendo nuestras sociedades en territorios que hoy en día están despoblados, representa la hoja de ruta hacia la urbanidad regional pospandémica”, señalan.  

“Los bloqueos provocados por la pandemia nos han enseñado que es posible suspender todo un sistema económico y sus juicios implícitos sobre el valor social y ambiental. El desafío ahora es aferrarse a las cosas que hemos aprendido y comprender que las nuevas formas de hacer las cosas no son solo posibles, sino fundamentales para abordar la crisis que nos hemos infligido a nosotros mismos y a nuestras condiciones de existencia. Si hemos podido hacerlo por la COVID-19, podemos seguir haciéndolo por una amenaza existencial mucho mayor. La emergencia climática nos obliga a modificar nuestras prácticas con imaginación, experimentación e investigación ilimitadas”, concluyen los investigadores.

Fotografía: ©J.Shim

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